-UNA MIRADA NOSTÁLGICA AL PASADO DESDE EL PRISMA DEL COMPRADOR DE VIDEOJUEGOS-
“Cuando parecía que no podías caer más bajo vas y nos sorprendes con esta bazofia. Tirando del truco barato de la nostalgia para tratar de conseguir algún lector pollavieja despistado, ¿eh? ni siquiera eso te servirá ya, Pepino. Si no eres bueno escribiendo es mejor que lo asumas cuanto antes y lo dejes, antes de que hagas aún más el ridículo”.
Si es eso lo que estás pensando ahora mismo, te diré que, si bien reconozco que escribir artículos sobre videojuegos utilizando la nostalgia como tema principal es un poco “jugar en modo fácil”, lo hago porque simplemente quiero compartir contigo una idea que me ronda la mente desde hace ya bastante tiempo. Y de paso nos marcamos un viaje al pasado por la patilla, ¿qué te parece?
Para este viaje no vamos a utilizar como vehículo un Delorean ni ninguna máquina del tiempo, ni nada de eso. Utilizaremos una bonita historia. Dicha historia está basada en hechos reales y tiene lugar en nuestro país, en el ya lejano año 1991.
¿Y quién es el protagonista? Un niño. Un niño normal de la época, como seguramente fuiste tú o lo fui yo. Un niño cualquiera al que no le gusta ir al colegio, sólo piensa en pasar las tardes jugando con sus amigos en la calle o en el patio, con sus figuras de acción de He-Man o de Gijoe. También le gusta pasar sus buenos ratos realizando construcciones con esas piezas pequeñas multicolor que venían en un biombo de detergente Colón, en el que había escrito con rotulador “Tente”.
Para los niños de finales de los 80 y principios de los 90, esto era lo más parecido al Arca de la Alianza. Cuántas construcciones han salido de este cubo… ni Calatrava, oiga.
Fue poco después cuando ese niño descubrió lo que eran los videojuegos, cuando fue a casa de un familiar y vio que en la pantalla de la Telefunken había unas navecitas espaciales que se movían y se disparaban unas a otras, y se podían controlar con un mando. ¡Era una pasada!
Por eso, tras mucho pedirlo, consiguió que los reyes magos le trajesen una flamante Nintendo ese mismo año. Bueno, era más bien una “NASA” clónica, que traía chorrocientos juegos, pero que más de la mitad de la larga lista eran repetidos. Aun así, eso le supuso incontables horas de diversión a los mandos y una infancia aún más feliz, si cabe.
Una consola como esta es lo que solían tener los chavales de la época. Y molaba mucho.
Sin embargo, el paso del tiempo no perdona, y pasada una buena temporada, este chico se percata de que los juegos que posee se le quedan cortos… es ahí donde se entera maravillado de que es posible comprar cartuchos con juegos nuevos… y ahí se le abre todo un mundo de posibilidades. ¿Siguiente paso? Pedirle a su padre que le compre un juego nuevo, así que ahí va ese niño de la mano de su progenitor con toda la ilusión del mundo en dirección a ese mágico lugar lleno de magia y fantasía llamado “tienda de videojuegos”.
Y una vez allí, ¿qué videojuego escoger? El chaval no tiene ni idea de cuáles hay, cuáles serán buenos, cuáles serán malos, cuáles son nuevos o antiguos…
En aquellos tiempos, mucho antes de la llegada de Internet, la única fuente de información sobre videojuegos venía por el boca a boca o por las revistas especializadas. (Las de la imagen son de mucho después de 1991, pero son las que tenía por casa, ¿vale? creo que se entiende el concepto igualmente).
Pues aquí es donde quería llegar yo, y es que por lo general uno iba un poco a ciegas a la hora de añadir un nuevo videojuego a su colección. Aparte del boca a boca o las pocas revistas que había entonces… ¿qué te quedaba? exacto: las carátulas de los videojuegos.
Por lo general uno cogía el que tuviera la portada más chula, con una ilustración de lo más molona, ya que eso era un claro indicativo de que el cartucho que había en el interior de esa caja contenía montones de emocionantes fantasías y sueños incrustados en sus microchips. Las empresas encargadas de producir y vender estos videojuegos lo sabían, y por eso solían contratar a grandes artistas del lápiz para ilustrar las portadas de sus videojuegos, con la idea de atraer a los chavales a sus juegos como moscas a la miel. Y funcionaba, vaya que si funcionaba.
Las portadas más míticas eran las que corrían a cargo de grandes ilustradores de la época como Alfonso Azpiri o Luis Royo. Tener este tipo de carátulas era lo más común en la época de los ordenadores de 8 bits, a mediados/finales de los 80.
Sin embargo, a primeros de los años 90, con la completa instauración de las consolas de videojuegos domésticas, como la NES y la Master System, esto dejó de hacerse con la idea de, supongo, abaratar costes. Aún quedaban juegos con portadas que eran auténticas maravillas, pero por otro lado ahí teníamos, por ejemplo, esas portadas excesivamente minimalistas de la Master System, que bueno, mejor las dejamos ahí…
Volviendo al infante que protagoniza nuestra historia, se encuentra algo perdido en los interminables pasillos de la tienda, rebuscando entre las estanterías un juego que le llame la atención como para llevárselo a casa, mientras su padre le mete prisa, que no tiene todo el día.
Y agárrate, porque aquí viene el giro de guión inesperado: ESE NIÑO ERA YO. Y al final, guiándome únicamente por la portada, me decanté por el maravilloso The Battle of Olympus. ¿Por qué? Muy sencillo, porque era uno de esos títulos que tenía un dibujo espectacular en la caja como se hacía unos años antes, y porque dicho dibujo estaba plagado de monstruos, y por aquel entonces yo era un flipado de los monstruitos. Cuanto más grandes y feos, mejor. Así que estaba cantado.
No me negarás que el dibujo mola un taco. Ésta es posiblemente, para mí, la mejor portada nunca vista en un videojuego. Imagínate que tienes 5 años, ¿cómo resistirte a esta carátula?
Me lo llevé a casa sin quitarle el ojo de encima a esta ilustración, soñando con enfrentarme a todos esos monstruos de la carátula, y para mí fue un momento mágico. Cuando llegué a casa la tecnología gráfica de entonces me devolvió a la realidad, pero eso no hizo que el juego me pareciese peor, ni mucho menos. Yo seguía imaginándome que los pocos píxeles que había en pantalla, eran realmente estos pedazo de bichos mitológicos de la portada.
Y ya por fin llego a la idea que quería transmitirte desde que comencé a pensar en esta entrada. Posiblemente me ciegue la nostalgia pero, ¿no era este proceso algo realmente mágico para un niño? Quiero decir, actualmente, y gracias a toda la información que existe en Internet, uno ya sabe todo lo que quiere saber de un videojuego antes incluso de que éste salga al mercado. Puedes ver análisis, gameplays, guías, tráilers, artículos de opinión sobre el juego en cuestión… y cuando al final efectúas la compra del título, salvo sorpresa de última hora, sabes de antemano que te va a gustar y que por lo tanto es una compra segura. Y eso está muy bien y te permite comprar de forma más responsable, pero se pierde ese factor sorpresa y esa ilusión por descubrir cómo será tu nuevo juego.
Sin embargo, de vuelta a finales de los 80 y principios de los 90, gracias a que la información de videojuegos no era ni mucho menos tan accesible como ahora, este ritual de ir a la tienda y quedarte con el que tuviera la carátula más guay, y volver a casa con tu videojuego en las manos soñando con todas las aventuras que ibas a vivir con él… era algo realmente, insisto, mágico. Recuerdo con cariño cómo le daba uno la vuelta a la caja esperando que en el reverso hubiese al menos un par de imágenes del juego, para hacerte una idea de lo que te esperaba. Y si no, en el coche, en el asiento de atrás, revisar concienzudamente el manual de instrucciones, que en aquellos tiempos eran una gozada, con imágenes y a color en muchos casos.
Para un niño de los 90 como yo, el momento de estrenar un nuevo videojuego o consola daba un chute de adrenalina que no se podía comparar a cualquier otra cosa en el mundo.
Esta fascinación por el nuevo videojuego también venía acrecentada porque los videojuegos eran un artículo casi de lujo, eran un bien muy escaso y con suerte podías pillar como mucho dos o tres videojuegos al año. En tu cumpleaños, en la mañana de reyes y poco más. Por eso, uno valoraba más los pocos juegos que tenía y sobre todo los exprimía al máximo.
Sin embargo, uno mira ahora su biblioteca de Steam, por ejemplo, y la ve totalmente repleta de juegos, más de los que seguramente jugará y la mitad ni siquiera resultan interesantes. Y es que el refranero español no falla: “lo poco gusta y lo mucho cansa”.
Otro factor importante a tener en cuenta es que no es lo mismo recibir un nuevo videojuego teniendo 8 años que teniendo 38. Aunque no muera nuestro amor por los videojuegos, inevitablemente nuestra inocencia infantil sí va desapareciendo inexorablemente con el paso del tiempo según vamos sumando velas a la tarta de cumpleaños.
Los videojuegos cambian, los hábitos y modos de consumo cambian, y ya no compramos los videojuegos por la carátula, ni existe (por lo general) esa mágica ilusión por estrenar un nuevo título. ¿Significa eso que ya no nos gustan tanto los videojuegos como antes? ¡NO! ¡ni por asomo! de hecho, en mi caso cada vez aprendo a apreciarlos más. De otra forma no hubiera comenzado esta aventura en forma de blog, ni a colaborar en un podcast de videojuegos ni nada de eso. Y es más, creo firmemente que el haber pasado por estas etapas debería servir para valorar más lo que tenemos a día de hoy entre manos, la evolución de este medio, de ver cómo los videojuegos se han hecho mayores junto a nosotros y nosotros junto a ellos.
Y la próxima vez que estrenemos un videojuego… quizá deberíamos rescatar a ese niño en nuestro interior, y atesorar ese juego con la misma ilusión y alegría que si lo hubiésemos comprado por la carátula.
13 comentarios
¡Muy buena entrada Pepino! Esto me ha traído muy buenos recuerdos de mis tardes recorriendo las estanterías del hipermercado de mi zona, flipándome con las carátulas de los videojuegos y esperando a que mis padres tuvieran un lapsus mental que les hiciera comprarme un videojuego (Algo que evidentemente no sucedía hasta mí cumpleaños o hasta Navidad). Pero he de decir que esa ilusión de ver qué nos deparará un videojuego solo con mirar la portada aún es posible en los tiempos actuales pese a la sobrecarga de información que tenemos. Sin ir más lejos, este mismo verano me pasó con The Quarry, videojuego del que siquiera sabía de su existencia, algo a lo que ayudó que estuviese una temporada desconectado de las redes, y que me encontré de casualidad ojeando los videojuegos del ECI un día que fui a comprar ropa para los críos. La sensación de amor a primera vista y la ilusión al sujetar el juego entre mis manos pensando en empezarlo esa misma noche en casa te puedo asegurar que, aún con el filtro de la nostalgia que tiende a magnificar nuestras experiencias de la infancia, era pareja a la sensación que tenía de crío cuando iba a escoger mi regalo videojueguil de Navidad.
Y tras dejar por aquí mi simiente me vuelvo por donde he venido. Un saludo y genial la entrada.
Perdona hombre, que he estado unos días desconectado y no leí tu comentario hasta ahora. ¡Muchas gracias por leerme y comentar! me refiero justo a lo que tú dices, a esa incertidumbre de si el juego será bueno o no hasta que lo metes en tu consola. Esa ilusión vale oro y lamentablemente se está perdiendo…
¡Nos leemos!
Como siempre Pepino, grandísimo artículo. Como curiosidad, Nintendo siempre pensó que una de las claves del Atari Shock del 83 es que había juegos muy mediocres con portadas espectaculares. Es por esto por lo que la gente muchas veces caia engañada antes autenticos bodrios.
Por esta rszón, las portadas de los primeros juegos de NES en EEUU son screenshots, para que la gente supiera lo que va a ver en los juegos!!
Tú como siempre, aportando datos curiosos, si es que lo llevas en la sangre, macho. Has nacidp para esto. Siempre me había llamado la atención lo de las primeras carátulas de los juegos de NES, y ahora sé el por qué.
¡Gracias por venir a mi humilde blog a aportarnos tu grano de sabiduría nintendera! Se te quiere tío, un abrazo.
Años 80.
En la portada aparecía una nave espacial (¡peasso nave, ojo!!), surcando a través del espacio interestelar. Planetas, estrellas, y otros cuerpos celestes son el escenario dónde transcurre una batalla salvaje contra una caterva de seres hostiles que harían ponerse Pinocho a Lovecraft. Por supuesto no faltaban explosiones, cosas brillantes, y montones de elementos que parecían querer gritar “Épico, épico, épico” a pleno pulmón. Luego ponías el juego, y este impresiflipante vehículo futurista con turbo lásers, mega chismes, y astro artefactos de todo tipo se reducía a un cuadradito naranja que disparaba líneas de color blanco a chipirones pixelados. ¿Decepciónante?, ¡ni por asomo! La tarjeta gráfica de nuestra imaginación (adoro esta frase guiño guiño) ponía todo lo demás y lo disfrutábamos cosa seria con cualquier juego que se nos pusiera por delante.
Ahora.
La misma nave, los mismos bichos, escenarios, y demás que aparecen en el juego son esencialmente idénticos a lo que encontramos en la experiencia de juego. Muy impresionante y espectacular. Y es que el medio ha avanzado que es una barbaridad. Pero, ¿qué te puedo decir? para este que te escribe, algo importante se ha quedado en el camino.
Como tan bien comentas (porque escribes que es una maravilla absoluta… ¿te lo había dicho ya alguna vez?), en estos tiempos en que nuestras únicas fuentes eran las revistas, lo que nos dijeran los colegas en el cole, las propias portadas de los juegos y los libros de instrucciones (un arte que se ha perdido porque algunos eran un pasote), eran las únicas pistas con que contábamos para saber si un juego nos iba a gustar o no. ¡Que emoción y que intriga al conectar la consola! Los segundos se convertían casi en minutos, y que de buenos recuerdos al pensar en aquellos tiempos en que cuando aparecía el logo de Konami en la pantalla de mi vieja tele después de hacer un intercambio con algún amiguete, sabía que había acertado (“Konami, antes molabas”).
Pero sobre todo las portadas. Eso era lo primera que nos entraba por los ojos. Y algunas eran algunas verdaderas maravillas, como los trabajos que nos muestras de los maestros Royo y Azpiri… ains… que emoción mas tonta me entra, oyes. Has hecho a este que te escribe muy feliz. Eso por no hablar del mítico bote de detergente Colon en dónde tantos de nosotros guardábamos los juguetes. No veas que olorcito se le quedaba a mis He-Man y que blancura lucía siempre la sabana del fantasmita del Exxin Castillos. Un espíritu limpio, sin duda.
En definitiva, y no me enrollo más, he disfrutado como nunca con este extraordinario post que nos traes y me has desbloqueado montones de momentos felices. De verdad te lo digo… ¡Gracias, gracias, gracias! Ha sido un verdadero placer leerte.
Por último, solo me queda decir dos cosas: La primera, que me cae simpático el prota de tu história (me siento identificado con él debido a experiencias parecidas). Y la segunda “Nintendo Sixty fooooooooooooooooooooooooooor”. Ahí te has encumbrado XD.
Perdón *^_^*. Quería poner “La misma nave, los mismos bichos, escenarios, y demás que aparecen en la portada son esencialmente idénticos a lo que encontramos en la experiencia de juego” y puse “juego dos veces. Se me fue el dedo pensando en juegos 😛
Pero cabrón, que si tus comentarios son mejores que mis posts me dejas por los suelos! Encima me haces sentir fatal porque yo no puedo comentar en tu blog. Pero trataré por todos los medios arreglar los problemas que arrastra mi cuenta de WordPress para poder hacerlo.
Conforme te leía se me venía a la mente la portada del Gradius, que es tal y como la describes. Qué portadón y qué juegarraco… Y de Konami, que sí que antes molaba.
Muchas gracias sinceras, señor. Cada vez tengo más claro por qué te llaman ser de luz. Mis respetos.
Leyendo este (gran, enorme, cojonudoy estratosfético) post que te has marcado nos viene a la mente esa frase que muchas veces nos han dicho a la hora de ponernos a cocinar y a emplatar la elaboración y que dice que “muchas veces se come por los ojos” en relación al aspecto del plato. Pues esto se lleva a cabo con todo lo que has escrito y que a todos los que crecimos en esos años nos pasó tanto a la hora de elegir videojuegos como películas, libros y/o comics.
Y oye, que en ese momento te la jugabas pero tenías esa ilusión (ahora llamada Hype) de adquirir algo nuevo y probarlo durante horas o visualizar algo que deseabas ver durante mucho tiempo, bien porque te lo habían contado durante el recreo o por verlo vagamente en alguna de esas revistas de la época.
A nosotros nos pasó varias veces, aunque menos mal que solo fue al alquilar y los dinerillos de la paga no se veían tan resentidos, pues juegos propios teníamos más bien pocos ??
Lo dicho, un genial post rememorando ese momento tan personal de elegir algo que te gusta juzgando (de primeras) la portada y disfrutarlo igual al encender nuestras consolas.
Nuestros dieces, señor Pepino!!!
Nos leemos en el siguiente post.
Un abrazote.
¡Muchísimas gracias! Ahora que lo dices llevas razón, lo que antes era ilusión ahora es hype (que ya hablé de ello en su día https://empepinao86.es/yo-me-bajo-del-tren-del-hype/ ). Como digo al final, los hábutos y modelos de consumo cambian, y los videojuegos también, pero que nunca cambie nuestro amor por ellos. Muchas gracias por las cosas bonitas que me dices siempre, eres un grande.
Otra sincronicidad (lo siento, no creo en las “casualidades”) del destino. Justamente de esto voy a hablar yo mañana en mi blog aunque con otro enfoque pero comparto por completo lo que dices sobre la “magia”, la ilusión que sentíamos de niños al adquirir un videojuego sin tanta información previa, la cual como comento a menudo nos echa para atrás y no deja que arriesguemos como antes.
Y aunque sea adelantar contenido, te diré que yo sigo haciéndolo. Al menos así me ocurrió en el caso de uno de mis últimos juegos para PS4, “Apsulov: End of Gods”, cuya carátula fue lo primero que llamó mi atención si bien luego me informé un poco más viendo fotos y algún vídeo pero nunca leyendo análisis y comentarios puesto que sé muy bien que lo que se diga en ellos representa un punto de vista que no tiene que ser el mío.
Un post genial como siempre, Empepinao. Me gusta mucho ver que no soy el único que guarda el recuerdo de su pasado como un tesoro. Saludos.
Bueno, ahora con tu post sobre el tema pues la gente que nos lee a ambos podrá tener dos percepciones distintas del mismo asunto, lo cual enriquece el debate y hará que la gente se anime a compartir su opinión. Espero ansioso ver qué nos has preparado. ¡Muchas gracias una vez más por pasarte por aquí, un saludote!
Joder, qué bofetón de nostalgia XD me siento totalmente identificado. Cuantos juegos no habremos comprado por la portada y cuantos chascos nos habremos llevado en alguna que otra ocasión al descubrir que quizá el contenido no estaba a la altura de la misma.
Pero… ojo cuidado, que a pesar de la gran cantidad de información que tenemos a día de hoy, hay momentos en los que ciertos juegos me gustaría comprarlos únicamente por la portada XD obviamente ya no caigo en esa trampa, pero joder, hay portadas que son tremebundas XD
En fin, muy buena compañero. Un saludo 😀
¡Muchas gracias hombre! Me alegra saber que te has sentido identificado, así sé que no estoy solo en este mundo con mis extraños pensamientos.
Como decía, el tener más información a día de hoy nos permite comprar de una forma más responsable, pero a veces los medios de información hacen de las suyas y te cuelan un mojón bien gordo… por eso siempre hay que tener mucho cuidao. ¡Un abrazo y gracias por honrarme con tu presencia aquí!